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La decadencia del patrimonio musical: una llamada a la reflexión

El transcurso del camino en la música procesional, y sobre todo de la educación musical que yace en las formaciones que centran su principal actividad en el desarrollo de esta forma estilística, se ve, a día de hoy, mermado por la falta de un criterio sólido, que permita afrontar las labores musicales esenciales con vistas a un progreso óptimo y a la preservación del patrimonio que custodiamos. Esto ocurre debido a aquellos que rigen las pautas a seguir, cegados por la incoherencia, banalidad e intrascendencia de un público que, a imagen y semejanza de la sociedad actual, está acabando con el verdadero sentido de nuestro propósito.


La "supremacía bandística" es, en primera instancia, la responsable de abandonar el sendero esencial para saciar a esta, cada vez más frecuente, audiencia. Entonces, ¿estamos hablando de una labor perteneciente a la música, o a la industria musical? Me remito a hacer mención especial a Juan Manuel de Prada: "Si todas las artes en estos momentos están seriamente dañadas y seriamente apartadas de su misión y de su razón de ser primigenia, probablemente la música más que ninguna".


Toda esta decadencia artística tiene su origen de forma intrínseca. Son ahora los compositores, promovidos por estrategias de marketing y números, los que abandonan las cuestiones musicales para una búsqueda parecida de un éxito premonitoriamente fugaz. ¿En qué momento se deja de lado el academicismo, el correcto funcionamiento de la expresión musical y la esencia de la composición para alimentar simplemente al público?


Creo que la labor de la reeducación musical y de la apreciación musical son más que nunca necesarias para redirigir la crítica y la visión de estos oyentes. ¿Realmente las directivas de las hermandades permitirían la aprobación de una restauración o la creación de una imagen o la realización de un manto o insignia por personas no cualificadas para ello? Sería impensable. Pero ¿por qué respecto al patrimonio musical sí se deja completamente de la mano, otorgando valores importantes a personas o colectivos que, aparte de su dudosa calidad, no tienen otra misión que buscar el aplauso fácil y el recibimiento de este público decadente?


Y con esto no hablo de la tediosa comparación de conservatorio igual a bueno, no conservatorio igual a malo. Simplemente se trata de ser capaz, tanto para el joven compositor como para la correcta educación musical de las formaciones, de afrontar con realismo los límites de cada uno y tener la inteligencia de buscar la solución correcta para formarse. Ya sea por maestros de cualquier lugar o a través de diferentes métodos, el objetivo debe ser alcanzar un resultado brillante que ayude a engrandecer nuestro patrimonio musical y la diversidad del mismo, dejando de lado todo lo ajeno al verdadero motivo y razón de ser de la música.


Redacción - Gregorio Martínez Pino

Imágenes - Álvaro Carrasco

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