La iglesia de San Agustín de Montilla: cuatro siglos de historia, fe y arte
La iglesia de San Agustín afronta su recta final de rehabilitación patrimonial
Montilla conserva entre sus calles uno de los conjuntos monumentales más valiosos de su patrimonio religioso: el convento de San Agustín. Fundado en 1520 por Alonso Sánchez Recio de León, este enclave fue durante siglos foco de espiritualidad, cultura y desarrollo urbano, además de custodiar algunas de las páginas más singulares de la historia montillana.
Retablo Mayor de la Capilla de Jesús
Nazareno
La semilla de esta historia se remonta a dos años antes, cuando Sánchez levantó en su finca una ermita dedicada a San Cristóbal, que poco después donó a la Orden de los Ermitaños de San Agustín. Los primeros frailes, encabezados por fray Pedro Morales, se mantuvieron gracias a la caridad de los vecinos hasta que el propio fundador cedió las tierras del entorno. A partir de entonces, el convento comenzó a expandirse y a transformar el paisaje urbano de la villa.
En 1553, los religiosos agustinos acometieron una innovadora parcelación de los olivares colindantes, vendiendo los terrenos bajo el sistema de censo perpetuo. De aquel trazado surgieron calles emblemáticas como Ancha, Silera o las Prietas, que atrajeron a nuevos habitantes hacia el arrabal del convento. Con los ingresos obtenidos, los frailes financiaron la construcción de una iglesia —culminada en 1575— y de un claustro porticado terminado en 1624, de sobria belleza toscana y columnas de jaspe rojo.
Lugar de encuentro centenario
El templo, de una sola nave con planta de cruz latina, se convirtió en centro neurálgico de la vida religiosa montillana. En su interior se fundaron numerosas cofradías y hermandades que, con el paso del tiempo, enriquecieron el conjunto con retablos, esculturas y capillas. La de Jesús Nazareno, inaugurada en 1689, fue trazada por el sevillano Pedro de Borja y decorada por Cristóbal de Guadix, es una de las joyas del barroco andaluz. No faltaron tampoco las devociones a la Virgen de Gracia, la Soledad o San Nicolás de Tolentino, santo de gran arraigo entre los montillanos.
El apoyo de la nobleza local fue determinante en su esplendor. Juana Enríquez de Rivera, esposa del IV marqués de Priego, costeó en 1615 la remodelación de la capilla mayor y donó una custodia de plata y oro al templo. En 1637, su hijo Alonso Fernández de Córdoba obtuvo el patronazgo de todo el conjunto, cuyo escudo aún corona el retablo principal.
El edificio conventual, según describió el historiador Francisco de Borja Lorenzo Muñoz, giraba en torno a un patio cuadrado de elegantes proporciones. Allí colgaban 25 lienzos sobre la vida de San Agustín y se distribuían las celdas, biblioteca, refectorio y dependencias agrícolas que daban vida a una comunidad de más de cincuenta frailes. Entre sus moradores sobresalieron figuras ilustres como Santo Tomás de Villanueva, San Alonso Orozco o el beato Pedro de Madrid, mártir en la rebelión de las Alpujarras.
El esplendor del convento se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando la invasión napoleónica y las desamortizaciones marcaron su declive. En 1835 los frailes fueron expulsados definitivamente y sus bienes incautados. La rica biblioteca —que albergaba incluso una crónica manuscrita del Gran Capitán— fue trasladada a Córdoba, mientras que el edificio pasó a la Diputación Provincial, que lo convirtió en hospital de beneficencia.
Durante el siglo XX, el conjunto sufrió numerosas reformas que alteraron su estructura original. Parte del convento fue demolido, y las cubiertas de la iglesia, arruinadas en varias ocasiones, se reconstruyeron parcialmente.
El paso del tiempo y la vida de las cofradías que la habitan han acrisolado la devoción del pueblo de Montilla. Ellas mantienen encendida la llama de la fe y del patrimonio, evitando que se pierda un legado que es, a la vez, testimonio artístico y símbolo de identidad montillana. En sus imágenes, procesiones y cultos pervive la historia de un convento que, pese a las ruinas, sigue siendo corazón espiritual de Montilla.
Solo cubierto el 25% de la "Operación Losa"
Pese a su declaración como Bien de Interés Cultural en 2001, el paso el tiempo resultó devastador para el templo diocesano al que el Obispado de Córdoba dedica una inversión superior a los 273.000 a la que se suma la aportación de 60.000 de la Diputación de Córdoba, de sus presupuestos ante la emergencia de la rehabilitación.
Las obras han alcanzado el 75% de su ejecución, un proceso durante el que se han ido detectando deterioros que han sumado costes. El párroco de San Sebastián, Antonio Rámirez Climent, ha compartido esta semana la situación del templo diocesano. Cuando termine la obra, será necesaria la rehabilitación interior con el pintado del templo, el arreglo de los bancos y puertas, la limpieza de retablos y la instalación del equipo de megafonía.
Será necesaria una nueva inversión para la que pide la colaboración de todos a través de la “Operación Losa” por la que de momento se han adquirido solo el 25% de las 1.790 tarjetas de losas, por lo que ha hecho un llamamiento a la generosidad de Montilla.
La rehabilitación de la iglesia puede estar finalizada entre finales de este año y principios de 2026, aunque todavía no hay una fecha concreta para la reapertura al culto.
*Artículo publicado en "La Iglesia en Córdoba", número 949, 16 de noviembre de 2025 (pp. 18-19)
JIMÉNEZ BARRANCO, Antonio Luis. “La Mitra Episcopal, vestigio de la presencia de la Orden de San Agustín en Montilla”. En: Boletín de la Asociación Provincial de Museos Locales de Córdoba, nº 13. Córdoba, 2012, págs. 145-158.
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